La energía comunitaria en Colombia: Un nuevo paradigma desde el territorio

Para un investigador y miembro del movimiento ambiental colombiano, enfrentar la crisis climática —y las falsas soluciones propuestas para abordarla— implica transformar la sociedad tal y como la conocemos.

April 29, 2024

Participantes con paneles solares y las banderas del movimiento Ríos Vivos y el Movimiento de Afectados por las Represas (MAR). (Archivo Comunidades SETAA)

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Esta entrevista es parte de una serie en colaboración con Earthworks sobre los impactos de la industria petrolera y de gas en América del Sur.

En 2022, la hidroeléctrica Hidroituango empezó a funcionar en el departamento de Antioquia, Colombia, en el municipio de Ituango a lo largo del Rio Cauca. Con un embalse del tamaño de 8 mil piscinas olímpicas, esta mega-represa ahora produce 17 por ciento de la energía del país, pero no sin sus controversias. Además de los grandes problemas ambientales, el proyecto también llama atención por la conexión entre megaproyectos y la guerra sin fin en esta región que ha sufrido décadas con el conflicto armado.

“Una condición en Colombia para que se desarrollen las hidroeléctricas es el conflicto armado”, explica Juan Pablo Soler Villamizar. “En el territorio de Hidroituango ocurrieron más de 100 masacres”.

Soler Villamizar es integrante del colectivo Comunidades Sembradoras de Territorios, Aguas y Autonomías (Comunidades SETAA), un proceso nacional que nació en el 2019 tras años de análisis y movilización en otros espacios y redes ambientales al nivel nacional y regional. Trabaja en torno a las problemáticas que han traído las hidroeléctricas, y la contaminación de los ríos y cuencas. Eso lo llevó a estudiar el modelo energético en Colombia, en particular el entender de ¿por qué una represa se necesita, o no? Y dentro del modelo energético, ¿cuál es el papel de una hidroeléctrica dentro del modelo energético?

Esta entrevista busca visibilizar más sobre el proyecto que surge de esa reflexión colectiva, en particular el papel transformador y constructor de tejido social de las "energías comunitarias", a diferencia con el concepto del gobierno de "comunidades energéticas" que propone promover desde el estado la participación de las comunidades para entonces financiar proyectos de infraestructura local.

Conversé con Soler Villamizar el 29 de enero 2024, por zoom. Nuestra conversa ha sido editada por su extensión y para claridad.

Juan Pablo Soler Villamizar (Archivo Comuniidades SETAA)


Patricia Rodríguez: ¿Nos puedes hablar un poco sobre su trabajo particularmente con las Comunidades SETAA?

Juan Pablo Soler Villamizar: La crisis climática nosotros la trabajamos desde dos perspectivas. Una es la que todo el mundo habla, o sea, la crisis derivada del cambio climático que altera la temperatura a nivel global, y otra que nosotros llamamos el cambio climático local. Ese es el que con los megaproyectos nos toca sentir en la piel.

Yo siempre digo esto: no es lo mismo vivir en un sitio afectado y agudizado por el cambio climático, que vivir en una ciudad donde se sienten simplemente los efectos de eso, digamos el promedio. En el caso de las hidroeléctricas, Hidroituango por ejemplo hizo perder 4.500 hectáreas de bosques eco-tropical y un ecosistema en riesgo de extinción. Ahora lo que tenemos en Colombia son parches de bosques eco-tropicales no conectados. Si entendemos que el embalse es un espejo de 4.500 hectáreas y llegan los rayos del sol y se reparten para todos los lados, entendemos porque la temperatura allí crece más que en el promedio global. Vemos efectos en la producción, de berenjena por ejemplo en sitios que antes no se daban porque era muy frío. El café, que es muy susceptible, también sufre cambios por la radiación solar.

Pero viene también otro efecto atrasito que es el cambio de la humedad relativa, o el vapor de agua que arrastra el aire. No es lo mismo un viento que corre por el cañón del río Cauca de 20 a 30 metros [de largura] y arrastra [el aire], que un espejo de 4.500 hectáreas. Esto lo vimos en Hidroituango, en Hidrosogamoso [represa en el Río Sogamoso en el departamento de Santander], y en otras partes. Eso para mí era una alerta muy grande de lo que venía. En la experiencia de Colombia y otros países, pues estamos articulados también con todo el movimiento de afectados por represas de las Américas, y hemos podido intercambiar experiencias. Vimos que las hidroeléctricas no terminan cuando se construyen.

Hidroituango, Antioquia, Colombia. (Presidencia de Colombia)

En realidad, cuando termina es cuando llegan todos los impactos que son como una fiebre en el cuerpo. Sabíamos que el clima iba a cambiar, y en algunas partes más que en otras, y que iba a cambiar la productividad. Eso trae efectos drásticos sobre la economía de las personas, pero también la economía de los municipios.

En términos de logros, no podemos decir que articulamos alcaldes y concejales a nuestro movimiento, no. Si articulamos conciencias, o semillas de la transformación cultural que es lo que requiere el enfrentamiento de la crisis climática, desde mi territorio o cuerpo, familia, y ya también vereda, y de ahí para arriba. Eso todo hace parte de las energías comunitarias.

Ese ha sido el trasegar y origen de esta discusión, que está muy asociado al conflicto que trajo la hidroeléctrica y cómo a partir de ahí intentamos generar una propuesta de un modelo energético nuevo que no tenga represas pero que atienda las necesidades de las poblaciones locales y por supuesto nacionales.

PR: En Antioquia, ¿hay mucho impacto también con la presencia de la industria de petróleo y gas?

JPSV: Donde vivimos, no nos queda exploración de gas y petróleo. En el oriente de Antioquia, generalmente son proyectos de mineras o hidroeléctricas, por ser zona de cordillera lo de petróleo y gas no está tan avanzado. Colombia tiene 18 cuencas sedimentarias, y ha explotado 6. El resto está en cordillera y eso hace muy caro el negocio, y por eso por acá no se pone, pero a largo plazo digamos, podría ocurrir.

Lo que es cierto es que somos afectados por el uso de esa energía fósil. La aparición del motor a diesel, permitir que las máquinas vayan abriendo vías, y que generen una dependencia de otras maquinarias. Nos meten una cultura petro-adicta, y el trabajo comunitario se pierde. Entonces si me dices, ¿son afectados por las actividades petroleras? ¡Si! Además del cambio climático, por toda esta contaminación cultural que ha derivado de la imposición de esta cultura.

PR: Ustedes colaboran con comunidades impactadas por esas y otras industrias o problemas, no solo las impactadas por hidroeléctricas?

JPSV: El proceso o la columna vertebral que hemos buscado generar es la formación, y lo hemos puesto a andar en compañía de otras organizaciones como Fundaexpresión en Santander, y en su momento de ASPROCIG (Asociación de Pescadores, Campesinos, Indígenas y Afro Colombianos de la Ciénaga Grande) en el Bajo Sinú donde está la represa de Urrá, y con Censat Agua Viva. Pusimos a andar un proceso de formación a partir de intercambios de experiencias.

En 2013, sabía que había montajes de estufas eficientes y de biodigestores. Hay un principio que seguimos y es que no quiero generar una dependencia. Quiero ser sembrador. Entonces planteamos los intercambios de experiencias entre las comunidades que ya tenían estos montajes y después de eso, un proceso de formación en torno a lo que llamábamos en ese momento energías alternativas.

No sabíamos al principio como llamarlas. Trasegamos entre energías alternativas, luego energías renovables, luego encontramos la categoría del gobierno que es ERNC, energías renovables no convencionales. Y entonces decíamos, ¡no! eso es muy anti-pueblo. La Escuela de Energías Comunitarias fue la posibilidad de ir madurando eso e ir aprendiendo, creando conocimiento y experiencia y esparcirlas por los territorios y que la gente pudiera volverse difusor, o promotor. Hay un artículo sobre el tema que yo escribí que se llama "Los ubuntus energéticos". Prefiero más [ese concepto] que la figura del prosumidor que me parece muy cómoda para los que quieren no solucionar la crisis climática y si vivir de negocio.

Juan Pablo Soler Villamizar (Archivo Comuniidades SETAA)

Creo que hay que hacer ubuntus energéticos que son las personas que se apropian de la gestión y formación del modelo energético en todas sus dimensiones, incluyendo el paradigma de sociedad que quieren construir y transformar. [Formalmente] la llamamos "Escuela de Técnicas y Técnicos Comunitarios en Energías Alternativas".

Empezamos a construir biodigestores, estufas eficientes de leña y deshidratadores solares. Esas tres tecnologías eran las de más fácil aprehensión por los conocimientos ya instalados en las comunidades. Las secuelas de la guerra implican que hay gente que no ha ido a la escuela o no sabe leer, o ha hecho quinto de primaria, o tiene miedo o piensa que no es de ellos. También nos metimos a aproximarnos a las energías fotovoltaicas para producción de energía eléctrica.

Y alrededor de esas cuatro tecnologías fuimos formando algunas comunidades y personas, y llevando el conocimiento a comunidades, pero sobre todo intentando que esa reflexión no se quedara en el tema técnico. Ese es el desafío de todo esto. Esto se soluciona si se transforma el paradigma de sociedad, que incluso tiene que ver con los papeles que tenemos en el hogar. Lo de energía comunitaria es un carrete muy bonito, pero hay que entender que hay que cambiar la sociedad que tenemos.

Al principio, eran todos hombres en el proceso y ahora la mayoría son mujeres porque han entendido que es un espacio para ellas, y que las energías comunitarias las que las protagonizan son las mujeres en la vivienda. Eso muchas veces es invisible, pero reporta ingresos muy importantes. Cuando hacemos las cuentas de los biodigestores, veíamos que en un año los biodigestores hacían que no hubiera necesidad de sacar $72 mil pesos (~U$18, en el cambio actual) para el gas. Eso es una contribución directa de la mujer a los ingresos del hogar, lo que se llama "evitar egresos".

Agrupamos las energías comunitarias en cosechas de sol, de agua, de nuevas relaciones, y las cosechas de energía humana. Con los biodigestores, decíamos que el sol llega y ayuda a transformar esto, entonces es cosecha de sol, así como paneles solares y calentadores solares. Con las cosechas de agua, los grupos de Santander que tienen los techos recolectores, pero también vemos que en el Bajo Sinú la gente atraviesa ríos sin necesidad de motor, así como los que van a pescar con vela, los tornillos arquímedes que montaron algunas comunidades exguerrilleras de la FARC [como generadores de energía].

Las dos últimas, que son las más importantes en términos del tejido comunitario, la energía humana, como el convite, la mano cambiada, el brazo prestado, y hay diferentes maneras de llamarlo. En Brasil es mutirão, los indígenas lo llaman "la minga". ¿Por qué no lo reconocemos como una energía? Las energías de nuevas relaciones tienen mucho que ver con el tema de la permacultura, como habitar el territorio, y sobre todo de cómo sanarlo, como autogestionar la salud. Hay muchos que se quedan en lo tecnológico, pero ese es el camino de ellos.

Nos hemos esforzado en el último tiempo, en compañía de otras organizaciones. Convocamos la Exhibición Virtual de Experiencias Comunitarias para la Transición Energética Justa. Más de 120 experiencias se han inscrito de diferentes partes de América Latina. También el Encuentro de Energías Comunitarias se dio el año pasado (2023), donde invitamos a todas las comunidades con experiencias en energías comunitarias a hacer un intercambio y espacio de incidencias en Bogotá. Digámosle al gobierno que somos pequeños, pero no somos pocos.

PR: Creo que el gobierno tiene otra idea de lo que llaman comunidades energéticas. Puedes explicar en qué manera se encuentran o no esos dos conceptos de "energías comunitarias" y "comunidades energéticas" propuesto por el gobierno?

JPSV: Yo creo que tenemos un contraste significativo con la propuesta de transición energética justa del gobierno, pero no por eso nos hemos distanciado. Por el contrario, hemos buscado acercarnos. [El presidente] Gustavo Petro no hablaba de transición energética hace cinco años y tampoco de transición energética justa.

Nosotros con el MAR [Movimiento de Afectados por Represas] hicimos un encuentro en el año 2017. Dijimos “si no nos percatamos la transición energética nos va a despojar de nuestros territorios.” En ese entonces ya estaban en boca los parques eólicos de México, de Oaxaca, y el parque Jepírachi aquí en el norte de Colombia. Preferimos hablar de crisis climática, en vez de cambio climático, para no reducir la discusión, sino ampliarla. En ese momento hicimos varias acciones, entre otras el Movimiento Ríos Vivos hizo el segundo Encuentro Nacional en Barrancabermeja, con el tema justamente de Transición Energética Justa. Llevamos al que hoy es presidente de la Cámara [representante Andrés David Calle Aguas] a una audiencia pública para que habláramos de eso.

Nos hemos abierto al gobierno porque el gobierno empezó a adoptar eso dentro de su discusión, pero desde nuestra perspectiva fue una discusión que no llegó madura al ejecutivo, como un slogan con un muy bajo desarrollo. Empezaron a convocar los diálogos vinculantes.

Así se construyó el Plan Nacional de Desarrollo. Hicimos una cartilla que pusimos sobre la mesa, ya que va a ser vinculante. Se llama "Promocion y Fortalecimiento de las Energias Comunitarias en Colombia" y fue hecha a muchas manos. Pero en varios momentos le he planteado al gobierno que era una política pública engañosa, porque les decía, ¿y esta cartilla? Ha sido un desgaste bastante considerable en el primer año, porque habían funcionarios que nos prometían el cielo y la tierra, y al final no quedaba nada [de la cartilla en los planes gubernamentales].

Otra cosa que hicimos fue irnos a pegar ministerio por ministerio, a socializar la cartilla. Por ahí salió una propuesta dentro del Ministerio de Minas y Energías, y era de tipología, una de las cuales quedaría llamada energías comunitarias.

The Cauca River (Presidencia de Colombia)

A nosotros eso nos sonaba muy bien, y decíamos "están entendiendo la propuesta". Sin embargo, cuando publicaron el primer borrador del decreto no estaba la tipología. Un revés importante a todo esto la dio con el cambio de la cabeza del Ministerio de Minas y Energía. Llega el Ministro Andrés Camacho y creo que él ha llegado escuchando más a las comunidades. Ellos llevan el ritmo institucional y nosotros llevamos la

sociedad, y eso en las metodologías va caminando poquito a poquito. Diseñamos unos espacios de diálogo con el ministerio que han sido cordiales. Firmamos un memorándum de entendimiento con el ministerio para la promoción de energías comunitarias en Colombia.

Los que venimos construyendo energías comunitarias llevamos en ese trabajo 40, 30, algunos 20 años, pero no es un discurso de moda. Surgimos porque veníamos con una reflexión importante de que el modelo energético había que transformarlo. Las energías comunitarias empezaron a construir el camino, de cómo la autogestión a nivel local y descentralizada podía abastecer las necesidades, pero más aún transformar las relaciones en los territorios. Eso surge de un proceso social, y quienes las proponen y llevan a cabo son las comunidades. Juega un papel importante la Escuela de Técnicos, pues busca que la gente pueda diseñar, montar, operar y reparar.

Si logramos esas cuatro cosas [que son parte de las energías comunitarias], ya logramos una descentralización y no una dependencia. Eso lo hace una organización comunitaria que realmente viva en los territorios. Ese es el éxito fundamental de una comunidad energética. Pero si se promueve como una posibilidad de negocio, pues ya está en fila para que pueda ser un fracaso.

Hoy vemos un gobierno en el Ministerio de Minas y Energía y tal vez el del Ambiente, más receptivos a entender cómo se pueden hacer otras cosas, o de otra manera. Sin embargo, desde la óptica de las energías comunitarias, ha habido un desafío muy grande y es que los ministerios se alejan de esa discusión. Está también el desafío de que mañana puede cambiar gobierno, ministro y ya la mesa no funcionará más. Si no nos metemos en lo de las energías comunitarias, no hay ninguna posibilidad de meternos en lo que es una cápsula negra donde no podemos ver lo que hay adentro.

PR: Pensando en esos retos a nivel local y nacional, ¿que necesitaría cambiar a nivel global para que las energías comunitarias se entiendan más y que se apliquen más?

JPSV: Creo que el tema es de transformación cultural. Cuando en la cultura se reflexiona sobre los valores que hoy tenemos como sociedad, vamos a encontrar que son valores que promueven de alguna manera el capitalismo, como el tema mismo de la competencia.

Yo pienso que las energías comunitarias no son la solución a la crisis climática, pero si una puerta, o un camino que estamos abriendo en un mundo con falsas soluciones. Son soluciones a pequeña escala, pero como te decía somos pequeños, pero si somos muchos el cambio va a ser más significativo.

Por ejemplo, hay un proceso en Santander donde las mujeres dedicaban cuatro horas para regar su vivero de reforestación.  Con un bombeo solar, esas cuatro horas ya se resolvieron y ahora ellas pueden dedicar ese tiempo a pensar en sí mismas o la organización. ¡Eso es energía comunitaria! En cualquier cultura o país, se puede hacer.


Patricia Rodríguez trabaja como Analista y Activista Internacional de Imágenes de Gas Ópticas (OGI en inglés) en Earthworks. OGI usa tecnología infrarroja para detectar emisiones de gases fugitivos, metano y compuestos orgánicos volátiles mal quemados y de la industria de petróleo y gas natural.

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